Roig Arena abre en Valencia: cinco años de obras y 400 millones para un nuevo icono urbano

Roig Arena abre en Valencia: cinco años de obras y 400 millones para un nuevo icono urbano

Un estreno con mirada al pasado y al futuro

Valencia suma un nuevo hito a su mapa cultural y deportivo: el Roig Arena abrió sus puertas el 6 de septiembre de 2025 con un concierto tributo a Nino Bravo. La elección no fue casual. El cantante valenciano, autor de canciones grabadas en la memoria colectiva como Un beso y una flor o Libre, conectó la inauguración con una identidad local que el recinto quiere proyectar hacia fuera. Cinco años de construcción y 400 millones de euros después, la ciudad estrena un espacio pensado para competir en la primera liga europea de recintos multiusos.

El proyecto es iniciativa de Juan Roig, empresario y dueño de Mercadona, que financió la obra con patrimonio personal mediante su sociedad Licampa 1617 S. L. El modelo de gestión establece una concesión de 50 años. Pasado ese periodo, las instalaciones revertirán al ayuntamiento, un esquema que combina inversión privada con retorno patrimonial a la ciudad. Es un movimiento de largo recorrido que apunta a consolidar actividad económica y oferta cultural sin cargar la factura en el presupuesto público.

La ubicación no es un detalle menor. Levantado en Quatre Carreres, un área con suelo infrautilizado, el recinto aspira a ser motor de barrio además de imán de grandes giras. A su alrededor se ha desarrollado un parque público de dos hectáreas con terrazas escalonadas, zonas de estancia y accesos abiertos que invitan a utilizar el entorno a diario, con o sin evento. La gran escalinata de acceso y la pantalla monumental apodada The Eye marcan la llegada y convierten el gesto arquitectónico en una experiencia urbana.

El pabellón nace como casa del Valencia Basket, equipos masculino y femenino, y reemplaza al histórico recinto de la Fuente de San Luis, la querida Fonteta, que durante décadas fue sede y símbolo del baloncesto local. La nueva pista ofrece una grada cerrada y compacta que busca mantener la cercanía del público al juego, un detalle clave para conservar ese ambiente reconocible que tanto pesa en la élite ACB y europea.

Capacidad y flexibilidad definen al edificio. Para baloncesto, el aforo alcanza 15.600 espectadores; en conciertos, sube a 18.600, con montajes puntuales que pueden rozar los 20.000 asistentes. Esa versatilidad permite saltar de un partido de Euroliga a un show de gran formato en cuestión de horas, con escenarios que entran y salen sin desmontar la grada principal. La ambición es clara: superar el millón de visitantes en su primer ejercicio completo con una sucesión de citas deportivas, musicales, culturales y corporativas.

Arquitectura, tecnología y ciudad: qué cambia con el nuevo recinto

Arquitectura, tecnología y ciudad: qué cambia con el nuevo recinto

Detrás del diseño están el estudio global HOK y la firma valenciana ERRE Arquitectura. Su idea base: un edificio que sea más que un contenedor de eventos. La piel y los accesos se abren a las plazas, las terrazas se escalonan para el clima mediterráneo y la luz natural entra en el anillo de circulación. Cuando no hay partido ni concierto, ese anillo se convierte en un mercado de comida y bebida inspirado en los grandes mercados europeos, una forma de mantener vivo el edificio y generar actividad de proximidad.

En el interior, la apuesta tecnológica es contundente. El videomarcador central presume de ser el de mayor resolución de Europa y forma parte de una instalación LED que supera los 1.700 metros cuadrados repartidos por el recinto. La señalética dinámica, la iluminación ambiental y los paneles multimedia convierten el antes y el descanso del evento en parte del espectáculo. La promesa es una experiencia inmersiva genuina, sin distracciones técnicas ni retrasos en contenidos.

El dispositivo logístico acompaña esa ambición. Hay alrededor de 1.300 plazas de aparcamiento y, aun así, la prioridad de la parcela es peatonal. Ese enfoque amortigua la presión del coche en el entorno y refuerza la idea de paseo: llegar, disfrutar del parque, atravesar la gran escalinata, entrar con calma al vestíbulo bañado por luz natural y vivir la previa. Es una coreografía urbana diseñada para que el día de evento empiece en la calle y continúe sin fricciones dentro.

La escala del edificio ubica a Valencia en el mapa europeo de los grandes recintos multiuso. En aforo, compite con los principales pabellones de España y se asoma a la franja de los grandes espacios del continente. Pero la clave no es solo cuánta gente cabe, sino cómo se sienta. El bol de gradas se ha estudiado para acercar la primera fila a la pista y optimizar ángulos de visión en las últimas, buscando intensidad acústica en deporte y claridad de sonido en conciertos. Esa doble condición (ruido cuando toca, fidelidad cuando conviene) marca la diferencia entre un pabellón correcto y un recinto que la industria vuelve a elegir.

La apertura llega tras una obra compleja iniciada el 29 de junio de 2020. El calendario original apuntaba a 2023, pero se encadenaron ajustes y la inauguración se movió a 2025. Ese margen adicional se ha traducido, según la dirección del proyecto, en mejoras de acabados y en la integración de sistemas que hoy están en la punta de lanza tecnológica del sector. En proyectos de esta escala, el tiempo extra suele pagarse con menos improvisación futura.

El impacto trasciende la agenda de basket y grandes conciertos. El plan urbano asociado incluye áreas de retail, hotelería y ocio que, combinadas con la programación del recinto, tiran del empleo directo e inducido. Tiendas, restauración, mantenimiento, producción técnica, seguridad, limpieza, transporte… el efecto multiplicador se activa en cadena. Para el visitante, la experiencia se completa con un remate de ciudad: antes y después del evento hay oferta para quedarse, gastar y volver.

En el frente estrictamente deportivo, la vocación internacional se reforzará con el Campeonato de Europa masculino de balonmano de 2028, que tendrá partidos en el recinto. Más allá de esa cita, el calendario que viene combina competiciones de primer nivel, giras musicales de estadio bajo techo, festivales indoor, convenciones empresariales y formatos híbridos que necesitan tecnología de directo y modularidad rápida. La industria del entretenimiento exige hoy recintos que cambian de piel varias veces por semana; aquí todo parece pensado para eso.

Una de las señas de identidad está en la llegada. The Eye, el gran dispositivo multimedia que preside la escalinata, funciona como carta de presentación y como panel de bienvenida. Anuncia el evento, ordena flujos, crea ambiente y, en días sin actividad, actúa como faro urbano. Ese guiño a la cultura visual de la ciudad de las pantallas no es solo estética: es navegación, marketing y experiencia.

El diálogo con la ciudad también se lee en los espacios gratuitos. El parque perimetral aporta sombra, bancos y paseos, y las terrazas escalonadas hacen de anfiteatro informal para ver entrar y salir a la gente, quedar con amigos o merendar con niños. El anillo-mercado promete actividad a mediodía y tarde, tanto en jornada laboral como en fin de semana. Para los vecinos, esa es una promesa importante: que el edificio sea útil más allá de la taquilla.

HOK, a través de su área de Sports + Entertainment, define el proyecto como una celebración del lugar: un salón compartido para la ciudad, con un interior de escala íntima y un exterior que invita. ERRE Arquitectura pone el acento en el clima local, en la continuidad entre parque y graderío, y en la lectura amable del volumen. Ese tándem global-local ha sido clave para combinar estándares internacionales con una piel mediterránea reconocible.

La comparación con la Fonteta surge sola. El nuevo pabellón no solo gana en aforo y tecnología; cambia la relación con el barrio. Donde antes había un edificio-objeto, ahora hay un conjunto que derrama vida al exterior con plazas, escaleras, vegetación y puntos de encuentro. El baloncesto seguirá siendo la columna vertebral, pero el calendario y los espacios auguran una programación más diversa y una huella diaria más visible.

El estreno con Nino Bravo subraya la idea de arraigo. El legado del cantante, fallecido en 1973, sigue siendo un hilo conductor emocional para varias generaciones en la Comunitat Valenciana. Empezar con esa banda sonora fue, en la práctica, un manifiesto: tecnología y vidrio, sí, pero también memoria y acento propio. Si la ciudad hace suyo el lugar, el proyecto habrá ganado algo que no se compra con presupuesto: pertenencia.

En los próximos meses, el foco estará en el ritmo de la programación, la respuesta del público y el desempeño operativo. Habrá que medir tiempos de cambio entre eventos, confort acústico real con recinto lleno, fiabilidad de los sistemas LED, evacuaciones, colas, restauración y limpieza. También, la convivencia con la movilidad del entorno, donde el carácter peatonal del recinto pide reforzar alternativas al coche en las franjas punta. Son pruebas de estrés que todo gran pabellón afronta tras el brillo de la inauguración.

Con el telón ya levantado, Valencia añade una pieza ambiciosa a su ecosistema cultural y deportivo. Un equipamiento de gran formato, con vocación internacional y usos cotidianos, que mira a los grandes circuitos europeos sin olvidar el barrio que lo rodea. Entre el rugido de una grada de baloncesto, la precisión de un montaje de concierto y el bullicio de un mercado, el Roig Arena empieza a escribir su propia historia.