Más que un colega, Cheo Feliciano fue un amigo. Compartimos las rumbas en las calles del Nueva York en clubes de mala muerte y escenarios prestigiosos. Aunque Cheo nació en Ponce el hombre era un nuyorican oficial. Empezaba un vacilón en Español lo seguía en Inglés y volvía a la Isla.
Totalmente 100% bilingüe, aunque hay algunos por ahí que cree que hablan inglés Cheo tenía una soltura y chispa en los dos idiomas que había que abrirle paso. Cheo aprendió su arte desde lo más bajo y básico. Fue atrilero, pero le metía mano a las rumbas cubanas de Machito. Tenía gracia y maña que muy pocos tienen. Yo diría que hoy no queda nadie con ese talento de cantar y ese sentido de humor, que nosotros llamamos “malicia”.
Con el Sexteto de Joe Cuba crearon un puente entre los afro-americanos, los de descendencia boricua que no hablaban español y los boricuas en la isla. Yo quise ser Malote por culpa de Joe Cuba y Cheo Feliciano. Hay algunos cantantes que se hicieron ricos y famosos imitando a Cheo y sus técnicas. Quíntuple amenaza Cheo, un barítono en un mundo de cantantes chillones, sobresalía por la calidad de su voz.
Pero si es no fuera suficiente tenía una sincopa y una clave asombrosa. También soneaba melódicamente como ningún otro. Encima de todo eso una pronunciación impecable y para rematar unos soneos contundentes, sea humor o sentimiento. Cheo era un verdadero comunicador en una época de cantantes con papelitos en la mano.
Cheo me decía “Ojala te caigan la luces encima.” Entre nosotros eso era como decir bendición. Siempre nos despedíamos hablando de que deberíamos grabar un disco juntos. Cheo mi pana, que dolor siento. Siempre será uno de mis héroes. Rumbero de mi corazón. Willie Colón.