Esta semana se celebra el tradicional Día de Acción de Gracias. A pesar de los tiempos difíciles siempre hay algo por qué dar gracias. En mi caso, dedico esta columna a dar gracias al género que me ha dado la oportunidad de desarrollarme como artista y persona, la salsa.
Desde muy pequeño conocí el género y descubrí que tenia cierto talento para insertarme en ese mundo y apostar a mi futuro en él. Media vida después, me atrevo a decir con humildad que no me equivoqué.
Desarrollé mi carrera paso a paso y poco a poco. Como todos, he sido un aficionado, luego un principiante cantante de orquesta, solista, productor musical, animador de televisión y hasta fungí como actor.
Todo eso gracias a este tipo de música que ha escrito su historia a base de talento y a pesar de los cambios en el mercado y la industria.
De muy niño supe que este sería mi camino, pero nunca imaginé que me iba a llevar a tanto y que iba a ser tan generoso conmigo.
La salsa me acompañó en mi niñez y le puso la banda sonora a ese periodo tan feliz de mi vida. Mis padres y mi familia en general, en especial mi abuela “Aya”, se ocuparon de que yo estuviera expuesto a este tipo de música.
Imagine el lector… crecí con la música de El Gran Combo, Sonora Ponceña, Estrellas de Fania, Ismael Rivera, Celia Cruz, La Lupe, Rolando La Serie, Tito Rodríguez, Tito Puente, Machito, Joe Cuba, Graciela, Justo Betancourt, Tommy Olivencia, Ismael Miranda, Chamaco Ramírez, Cheo Feliciano, Roberto Rohena, Marvin Santiago, Vitín Avilés, Vicentico Valdés, Paquito Guzmán, entre otras grandes estrellas.
La música de todos ellos fue la banda sonora de mis años de niñez y adolescencia.
Fue precisamente durante mi adolescencia que la música me ayudó a delinear mi futuro y a mantenerme fuera de cualquier vicio o distracción no sana y así poder alcanzar mis metas.
Conocí a casi todos mis ídolos, gente talentosa. Obtuve oportunidades de mano de gente generosa y muy importante en la industria que no dudo en dar un “chance” al chamaquito que don Mario Ortiz había descubierto. Con todos ellos aprendí mientras trabajaba.
Más adelante viví en carne propia el cariño de la gente… primero los de mi querida tierra Puerto Rico, luego Venezuela, seguido por algunas ciudades de Estados Unidos y países del Caribe, Centro y Sur América, lugares que hasta hoy sigo visitando y me reciben con el cariño de un familiar.
La salsa me dio, además, los recursos económicos para sostener mi familia, siendo la música mi “modus vivendi” desde que prácticamente comencé hasta ahora.
Madurez, carrera, éxitos, fracasos, más gente buena que no buena, conocimientos, viajes, aciertos, equivocaciones, lecciones aprendidas y trabajo duro, eso es solo una parte del caudal recopilado en estos años trabajado como salsero.
Hoy día, con la mitad del camino andado, con la satisfacción al cien por ciento, celebro esta vida.
Ser hijo de Ana María y Gilbert (Pompi), hermano de Diana y Lilliana, esposo de Alexandra, padre de Miredys, Joel Javier, Omar y Leylani, tío de Dianeliz y Danny y abuelo de Ian Marco y Evelyn Jade complementan la bendición de haber sido un obrero de esta música.
Por eso y por la oportunidad de ver a tanto veterano manteniendo la bandera de la música arriba y tanto joven talentoso con tanta ilusión echando pa’lante, ¡gracias!
Una vez mi amigo Alberto Mendoza me dijo: “Gilberto, lo menos que uno puede ser en la vida es agradecido”. Por eso y por una vida plena… ¡Gracias a la salsa!
¡Camínalo! Gilberto Santa Rosa