Como todos los boricuas, pasé mi sábado esperando, viendo y disfrutando el juego de tenis protagonizado por nuestra Mónica Puig.
Esta distinguida jovencita logró unificar el País y hacer que gente como yo, que no somos fanáticos de este deporte, nos sentáramos a esperar con ansias para ver jugar y ganar una histórica medalla de oro olímpica a una de las más destacadas atletas; triunfo sin precedentes para su gloria personal y del país que la vio nacer.
Mientras la veía recibiendo su medalla y sonaban los acordes de nuestro himno nacional, pensaba en su preparación, concentración y su satisfacción de haber cumplido la misión. No tengo el honor de conocerla, pero me atrevo a decir que ella piensa que su rival más fuerte debe ser ella misma. Es decir, su competencia constante es tratar de superarse y jugar cada día mejor; por eso mostró tanta seguridad en tan importante juego.
La carrera musical se parece mucho a la carrera deportiva. Hay que prepararse, foguearse y estar listo para las oportunidades.
Las oportunidades, tanto en la música, como en el deporte, se buscan, las encontramos y nos sirven para lucirnos, mejorarnos y aprovecharlas para ir a otro nivel.
Toda tarima, no importa cuál sea, funge como cancha de fogueo para los artistas. Hay que probarse y mejorarse para cada presentación. Se convierte el artista y el atleta en su mayor rival; por lo que la competencia debe ser con él mismo, para tratar de superarse y dar lo mejor de sí al público.
Es precisamente el público quien nos sirve como el mejor combustible e inspiración; nuestra mejor medalla es un sonoro aplauso, galardón que otorga un público complacido. No creo que hayan oficios o profesiones que despierten más sentimiento nacional que el deporte y la música.
Es digno de mencionar que, en la mayoría de los conciertos, la bandera nuestra flota en manos de los fanáticos, tal y como sucede en las competencias deportivas.
Las carreras artísticas son comparables con las carreras de pista y campo, ya sean cortas o de larga distancia: en cada oportunidad hay que “echar el resto”. Luego de llegar a la meta lo más importante y difícil es mantenerse al mismo tiempo que debemos proponernos alcanzar otra meta mayor.
Mantenerse, igual requiere de un constante entrenamiento y esfuerzo. Hay quien dice que mantenerse puede ser, incluso, más difícil que llegar.
Esfuerzo, sacrificios, preparación, tesón, aplausos, vítores y muchas satisfacciones son de esas cosas que comparten tanto artistas como atletas, pero lo más importante es que ambos construyen una carrera sobre una genuina vocación.
El que mira desde afuera a veces no comprende qué, cómo, cuándo y por qué se hacen algunas cosas. El espíritu artístico y deportivo hace que atletas y artistas actúen más allá de las condiciones normales. Por otro lado, ambos también son objeto de críticas muy severas cuando sus recursos fallan y no les permiten brillar en alguna actuación.
En fin, celebro el triunfo de la nuestra pues conozco el sacrificio que implica. Felicidades a Mónica, a todos nuestros atletas olímpicos y a todos los que decidieron tener una carrera artística que conlleva a diario una “lucha olímpica” para sostenerla. ¡Camínalo! Gilberto Santa Rosa