Una noche de salsa con ‘El Cigala’ en Cali

Faltaba poco para que el reloj marcara las 3:00 a.m. La hora más oscura, la más dura, como diría Haruki Murakami. Quizás por eso pidió que lo ‘rescataran’ del hotel donde se hospedaba, donde escuchaba boleros como llamando al llanto.

Sin embargo, quería librarse de la melancolía, sacudir  con percusión las penas que le acribillan el alma desde hace ocho meses, cuando perdió a su   amparo… Amparo Fernández,  con quien estuvo casado durante 25 años.

Eran casi las 3:00 a.m.  y por allá, en la Calle Quinta con Carrera 13, los parlantes de La Topa Tolondra anunciaban algo muy parecido a la magia. El coro “que entre el bien y lo malo se vaya” sonaba a todo taco y los presentes dedicaban sus últimos esfuerzos a ese gozo llamado baile.

De repente, sucedió como suceden todas las cosas que no tienen sentido: el bien entró en forma humana, se asomó a la puerta como un mesías, con sus crespos más alborotados y la nariz más aguileña.

En persona, don Diego Ramón Jiménez no lucía tan  inmenso como en los videos, pero La Topa tembló  por un instante y los susurros opacaron  la música de La Orquesta La 16. “Es ‘El Cigala’”, dijo alguien y entonces, el misterio dejó de ser tal y la magia cobró vida abriendo un caminito de honor improvisado. 

“La gente quedó como las vacas cuando miran un tren por primera vez, anodadas”. Al menos así lo describe Carlos Ospina, el propietario de La Topa Tolondra que, también de la impresión, casi se atraganta “con unas bananitas que me estaba comiendo en ese momento”.

Pero el cantaor, como si nada, abrió los brazos y empezó a bailar al estilo flamenco mientras llegaba a la mesa donde lo esperaban su entrañable amigo, el caleño Diego Pombo, fundador del Festival Ajazzgo, y la esposa de este, Beatriz Monsalve.

Diego Ramón Jiménez, ‘El Cigala’ habló con sus fans, firmó autógrafos y dedicó unos minutos para hablar de espiritualidad. “Sin el Todopoderoso, sin el Nazareno, no<br> somos nada”.<br>Foto: Especial para El País

 

Pidieron ron con Coca Cola “y nada de fotos”. Don Diego no quería dejar evidencia de su llanto si es que un bolero le hacía flaquear otra vez el recuerdo, como de hecho pasó con los primeros segundos de  ‘Lágrimas negras’, tema que mandó a quitar porque “esa canción me mata”, lamentó.

Hubo una segunda orden: hizo un llamado al silencio cuando escuchaba una tanda de flamencos de Tomatito, Camarón, sus favoritos, y  temas de José Feliciano, Lolita y Lola Flores.

Mientras tanto, la pista  quedó en  pausa, nadie se lo  esperaba, ni siquiera cuando una hora y media antes un equipo de producción español irrumpió  la algarabía del guaguancó para  grabar a la gente bailando.

En palabras de Andrés Díaz, miembro de la Fundación Nuestra Cosa Latina, tanto los camarógrafos como el ‘Cantaor de  Getafe’ están en Cali desde hace dos semanas, eso sí, muy custodiados por la gente de seguridad de Sony Music.

Es que, contra todo pronóstico,  el flamenco se viene con un trabajo en homenaje a la salsa. Sí, ese señor cuyo rostro habla por sí mismo del amor y la tristeza, de la ausencia y de esa ‘saudade’ que nadie puede explicar,  grabará cerca de doce canciones  en ‘La Sucursal del Cielo’, Cuba, Puerto Rico y Miami, contando con la  participación de varios maestros.

Según contó Díaz,  organizador de ‘Salsa al Parque’, entre esos artistas están los caleños José Aguirre, que es el arreglista; el maestro Edy Martínez, leyenda colombiana de la música latina, y el cantante Yuri Buenaventura.

De los números que va a grabar el maestro  Aguirre hay uno con la participación de Óscar D’León, otro con Marc Anthony  y uno adicional del que no se tienen mayores detalles.

Quizás por eso,  embargado por el idilio que le significa estar otra vez en el  ruedo, esa emoción de haber permanecido confinado por dos semanas en el estudio de Aguirre, ya liberado, y   en el bar,  ‘El Cigala’ pedía las canciones que está grabando y que Sony Music guarda  en secreto. Como un gitano poseído gritaba: “Esto puede ir así”, “Así está bien el tono”, “Ahí está el instrumento”, para sentenciar una mágica madrugada, como debe ser, con un mágico  “Olé y olé”.

Lola Ferrin

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