El pasado lunes, 4 de septiembre, disfruté y participé de un merecidísimo homenaje al maestro Mario Ortiz. Una pléyade de músicos excelentes, bajo la dirección de Mario Ortiz, Jr. se encargaron de interpretar una pequeña muestra del vasto repertorio de la muy bien llamada “All Star Band”.
Algunos de sus cantantes, Roberto Dávila, Primi Cruz, Anthony Cruz y Sylvio Iglesias, estuvieron presentes y aportaron su talento a tan digno tributo.
Quien yo considero mi padre musical, Mario, se hizo presente al sonido de sus arreglos y las anécdotas del amigo, locutor, actor y melómano Rafy Torres.
Mientras escuchaba el banquete musical y nostálgico no pude evitar que mi mente regresara a aquel domingo del año ‘77, cuando Marito (Mario Ortiz, Jr.) me dijo sin ni siquiera prepararme: “ven conmigo, que vas a grabar con papi”.
Me fui en el carro con él rumbo a mi encuentro con uno de los músicos más queridos y respetados con una mezcla de júbilo, nervios y dudas.
Con la naturalidad y sencillez que le caracterizaba me explicó que iba a hacer un disco y que quería que yo cantara en él. Un disco de Tito Rodríguez con el Sexteto La Playa fue el marco para la improvisada reunión, luego un disco de Los Papines de Cuba con el fin de verificar los números Palo de caña brava y Los rosales, respectivamente, y saber si los tonos eran correctos para mí.
Mario hacía sus apuntes en un papel de pentagrama mientras mi mente de un niño de 14 años volaba e imaginaba situaciones, presentaciones giras y demás.
Las próximas semanas fueron excitantes para mí. El proceso de hacer el disco, totalmente desconocido para mí, se fue dando ante mis ojos infantiles.
No conforme con la gran oportunidad, recibí la llamada de Mario preguntándome si yo había compuesto algo que pudiera servir para grabar. Imagínense, no conforme con la primera oportunidad para grabar también haría mi debut (y despedida, jaja) como compositor.
Para la época se estilaba ensayar para grabar luego. Fui citado a mi primer ensayo en el local Los Hispanos, en la avenida Monserrate, propiedad de don Wisón Torres, director del famoso cuarteto vocal con el mismo nombre.
Me fui en guagua desde la escuela Libre de Música, donde estudiaba, y al entrar al salón me encontré con los mejores músicos del País y el veterano cantante Paquito Álvarez.
A este ensayo le siguieron otros en la desaparecida sede de la Federación de Músicos, hasta que llegó el gran día.
Ahí estaba con mis 14 años rodeado de profesionales en el desaparecido estudio de la compañía Borinquen Records. Lamentablemente, por estar estudiando no pude ver la grabación completa, pero llegué a tiempo a ver la grabación de los coros.
Llegando a mi sesión de voz me encuentro nada más y nada menos que con Paquito Guzmán, Santitos Colón y Elliott Romero, quienes terminado su trabajo se quedaron a escuchar al “nene” que Mario había traído.
Mis rodillas temblaban, mientras cantaba con semejantes figuras como público y hacía un dúo con Elliott Romero, pero a la vez me disfrutaba la experiencia y lo que sentí en el momento fue el comienzo de mi carrera.
Agraciadamente, todos los sueños que pasaron por mi mente en mi primera reunión con el maestro Mario Ortiz se hicieron realidad al paso de estos 40 largos años de trabajo, esfuerzo y mucha música.
A Mario mi recuerdo, agradecimiento y respeto siempre, y por más tiempo que pase y proyectos que se completen, siempre será muy especial e inolvidable… Mi primera grabación.
¡Camínalo! Gilberto Santa Rosa