Rubén Blades (Panamá, 1948) es de esos artistas que escapa a su propia biografía, hace lo contrario de lo que se esperaría de él y ensancha su currículum por el lugar más improbable. Solo a alguien como él, artista reconocido en medio planeta (el hispanohablante) como cantante de salsa, se le ocurrió matricularse en Harvard para estudiar Derecho. No contento con graduarse («para dar una satisfacción a mi madre»), logró que la universidad gringa custodie allí su archivo personal. Es cierto que Blades elevó las letras de su género hasta ganarse el título de «poeta de la salsa», pero ya sabemos lo fácil que resulta que una institución estadounidense reconozca a un hispanohablante algún mérito susceptible de su panteón académico. Aunque ahí no queda eso. Lleva casi cuatro décadas como actor en activo (ha sido nominado a tres premios Emmy) y ha participado en producciones como «Fear The Walking Dead» y otros proyectos cinematográficos, como el que interrumpió, en algún lugar –bastante remoto, nos advirtieron– de la geografía estadounidense, para contestar a un cuestionario por correo electrónico. Ahora, acompañado por Roberto Delgado & Orquesta, formada por nada menos que trece músicos, visita cinco ciudades españolas: Vitoria (15 de julio), Madrid (17), Barcelona (19), Tenerife (21) y Las Palmas (21). Anuncia que será la última vez con su repertorio de salsa. Ha titulado su gira «Caminando, adiós y gracias». Pueden creerle.
–¿Dónde está el origen del Rubén Blades músico, ese primer impulso?
–En mis padres: mi madre fue una excelente cantante y pianista, y mi padre un percusionista del género afro-cubano. Además, la música formaba parte de nuestro día a día en Panamá. La radio estaba encendida todo el día en casa, no recuerdo uno con ella apagada.
–¿Por qué ha decidido despedirse de la salsa? ¿No le da pena hacerlo?
–Me despido de las giras de salsa, aunque planeo seguir tocando en Panamá, de vez en cuando, con el grupo de Roberto Delgado, en ocasiones especiales. He decidido que ya no viajo más con el formato de salsa actual. Ésta será la última oportunidad de oír el arreglo original de «Pedro Navaja» cantando en vivo por mí.
–Esa canción es hoy emblemática, monumental en la historia de la música popular, pero fue malinterpretada al principio. ¿Cómo triunfó finalmente?
–Con dicho tema y con cualquier otro, siempre es la gente la responsable del éxito. Creo que el coro de «la vida te da sorpresas» le llegó hondo al público, porque no sabemos nunca qué va a pasar con nosotros. Pienso que la narración del tema refuerza la incógnita y hace al público identificarse con el tema, y, además, ese tema marca un momento que para muchos no es conocido: es una de las únicas oportunidades en la música afro-cubana-caribeña en que una mujer es atacada y se defiende exitosamente de su agresor. Los temas de salsa habitualmente la colocan en una posición de inferioridad, pero en «Pedro Navaja» ella tiene la última frase proferida: «No estás en ná».
–Estudió en Harvard cuando ya había tenido éxito como artista. ¿Cuál fue su experiencia allí?
–Era otra forma de salir de la comodidad y de ingresar en un área cuya dificultad te obliga a utilizar recursos nuevos para sobrevivir a la experiencia. Hago eso periódicamente, como, por ejemplo, salir de la salsa ahora para dirigirme en otra dirección musical, amparando otros géneros y con otro nombre. El proceso de educación no se interrumpe jamás. Estoy deseando volver a la escuela. Tenía planes para un máster en la Universidad de Columbia (Nueva York) pero el rodaje de la serie «Fear The Walking Dead» lo detuvo.
–Un género une hoy a los países latinos, incluido España, de génesis americana y que empieza a conquistar el mundo. ¿Le gusta el reguetón?
–El reguetón fue inventado en Panamá por Nando Boom y por El General. Es un ritmo que me parece una mezcla de bullarengue de Colón y Darien y el golpe de Calipso, que fue muy popular en Panamá en los años 50 y 60. Para mí es un ritmo que naturalmente comparto. No todas las letras del género son malas. Por ejemplo, René Pérez, «Residente» (Calle 13), tiene un nuevo álbum que me parece magistral y la letra de «Latinoamérica» es muy especial.
–¿Cree que la música actual ha perdido interés por contar historias? Para mi gusto no hay duda de que se escriben peores canciones, ¿no cree?
–Me parece que cada cual elige lo que quiere escuchar y por qué. Posiblemente se continúen escribiendo historias en la música pero quizá simplemente no están promocionándolas para que las pongan en la radio, o la preferencia de los DJ se basa en ritmos y no en historias. Sin embargo, no creo que debamos generalizar. Creo que la música actual continúa atendiendo a la necesidad de letras e historias, solo que no es probablemente lo popular.
–¿Se presentará a las elecciones de su país, como había anunciado?
–Anuncié solo que consideraría presentarme en 2019 como candidato independiente, pero si primero se cumplen ciertas condiciones. No he asegurado que vaya a hacerlo, todavía estoy pensándolo.
–¿Cuáles serían sus prioridades para Panamá?
–Es necesaria la creación de un nuevo modelo de administración pública sustentado en planes a largo plazo y apoyados en una Constitución que los defienda y que impida el acceso a oportunistas para la corrupción, pública y privada, y no permita la impunidad de los corruptos, como ocurre en la mayoría de nuestros países.
–¿Qué considera que es necesario para que los países latinoamericanos se defiendan de esas agresiones –verbales y económicas– del poder estadounidense? ¿cómo tomar conciencia y hacerle frente?
–Lo primero que deberían considerar es el administrar con transparencia, eficacia y honestidad a nuestros países. Los desgobiernos han creado los escenarios para la corrupción, hecho que es utilizado por terceros para atacarnos y desprestigiar nuestra posibilidad nacional. La conciencia de un país depende de la voluntad de su pueblo. Si un pueblo no se vende, nadie lo podrá comprar. No importa cuán fuerte o poderoso sea el que pretenda dominarlo. Oigan el final de «Prohibido olvidar». Lo dice todo.
–¿Puede la música articular ese discurso movilizador? ¿Deberíamos recordar «Prohibido olvidar»?
–La música sirve para escapar pero también para enfrentar y solidarizar. Su efecto dependerá del que la escucha y de su intención al escucharla. No le digo a nadie lo que debe oír, pero los temas, como los libros, ya están escritos: el que quiere ser un bruto hoy en día lo elige. Nunca en la historia hemos tenido más acceso a la información que ahora. Por eso, como ya dije en los 80, corremos el riesgo de morir de ignorancia aún con el mayor acceso a la información de la historia.
–Usted fue ministro de Turismo entre 2004 y 2009, ¿no le desanimó la experiencia política? ¿cree que desde el poder se puede cambiar algo?
–Salí de mi servicio público convencido de que es posible crear cambios desde el Gobierno. Mi experiencia me dio mucho ánimo. Sé que es posible crear una mejor realidad a través de la política, solo se requiere de inteligencia un argumento que en lo posible beneficie al interés nacional, la voluntad de aplicarlo y el apoyo popular y político para sostenerlo y defenderlo.
–Vivimos tiempos un tanto absurdos en los que las mayorías exiguas plantean decisiones radicales, cuando no alucinadas (Brexit, Trump, Venezuela…), ¿cómo es posible que a estas alturas no entendamos la democracia como algo más que la dictadura del 51 por ciento?
–El problema es que el resultado de la democracia no es infalible, ni refleja unanimidad. El proceso democrático no es una fórmula que, de forma mágica y segura, resuelva los problemas de una sociedad. Se requiere educación, espíritu cívico, voluntad y sentido de la solidaridad social en la población. Eso no es necesariamente común de encontrar, menos en sociedades que integran elementos humanos que responden de manera diferente a los mismos problemas. En Islandia todos son, de una forma u otra, parientes. Vienen de la misma raíz cultural y étnica, y representan un número minúsculo de personas comparado con otros lugares. Una ciudad como Nueva York es algo completamente distinto, precisamente por su diversidad. Eso presenta retos mayúsculos y hace que sea más probable para Islandia el resultado positivo de un proceso democrático que en el caso de Estados Unidos.
–En mi país, los casos de corrupción nos han hecho descreer de la política. ¿el poder corrompe siempre?
–El poder desenmascara y no corrompe al que está bien formado, espiritual e intelectualmente. Fui ministro cinco años y jamás se me ocurrió utilizar mi puesto para hurtar o mal administrar mi posición.
–Usted se reinventa constantemente. ¿Qué le interesa más o qué le permite expresar sus papeles en cine y TV que no puede con la música?
–En la música, interpreto los temas que escribo, arreglo y grabo. En el cine o la televisión, formo parte de la idea de otros. Eso me obliga a considerar cosas que están fuera de mi control y me ayuda a comprender mejor mi entorno. Me pone en contacto con talentos y oportunidades ajenas. Y eso me nutre.
–¿Qué es lo que más le emociona en este tiempo de su vida?
–El haber llegado a mi edad sin convertirme en un «come mierda» y sin haber hipotecado mi alma. ¡Qué alivio!
Ulises Fuente