Cristina Varela cuenta que, la noche anterior a su muerte, Jairo Varela llegó a su casa con unos tamales, acompañado de Héctor Murillo, ‘Sardina’, el amigo de infancia en Quibdó que lo secundó hasta el día de su muerte; y también estaba Elkin Camacho, un comunicador que por entonces estaba trabajando con él. Cristina se encontraba distanciada de su papá porque él no quiso acompañarla a su viaje a Estados Unidos, el cual estaba pactado para ir juntos; al final, canceló y le dijo a Gloria Bonilla, la mamá de Cristina, que se fuera con ella desde el 7 de julio hasta el 22.
Jairo Varela la fue a recoger al aeropuerto en su nuevo carro, un Kia Sporter. Estaba contento, acompañado de dos amigos; él nunca andaba solo. Desde el tiempo de la cárcel, no tenía cuentas ni nada, y Gloria Bonilla fue quien asumió el crédito de la compra del automotor.
Cristina relata que Jairo Varela llegó a su casa sobre las 7 de la noche: “Estaba acompañado por ‘Sardina’ y Elkin. Empezamos a vernos un partido de los Miami Heat, equipo en el cual se interesaba ahora porque Shakille O’Neal estaba jugando esta temporada. Nos vinimos a la sala a ver el juego. En ese momento estaba tratando de reconciliarse conmigo y quería comprarme muchas cosas a través de internet, algo que le apasionaba. Me ofreció una ropa y unas cadenas. De hecho, quedaron registradas en el computador como las últimas búsquedas que hicimos juntos.
“Después, mi mamá sirvió la comida, aunque básicamente para él y sus acompañantes. Mi mamá me dice: ‘Cristina, Jairo está muy gordo, qué vas a hacer con tu papá’”.
Al respecto, Gloria Bonilla nos dice: “Jairo no veía a Cristina desde el día en que regresamos de Estados Unidos. Por eso, la visita parecía una celebración. Además de los tamales que compró en Carulla, también trajo unas arepas de Don Jediondo, que le encantaban, y una torta. Y me recomendó: ‘Gloria, recalentá los tamales al baño María’”.
Cristina afirma que en realidad a Gloria le pareció una exageración y estaba muy preocupada por el exceso de peso que tenía.
Cristina nos sigue contando: “Cuando terminó de comer se dio cuenta de que no había llevado el dinero de la mesada que me entregaba semanalmente. Además, en mi casa estaba Valeria, la hija de Miriam Caro, comadre de Jairo y Gloria, a la cual le había prometido prestarle un dinero. Entonces, se fue a Jardín Plaza con sus amigos y me dejó a Bonny, su mascota preferida. Mi madre había ido a recoger a Miguel, el hijo menor de su nueva relación.Mientras estuvimos viendo el partido, me contó que había visitado a Álvaro Cabarcas, ‘Pelusa’, uno de sus mejores amigos músicos, para mostrarle la camioneta. Se le notaba cambiado”.
“Cuando regresó, no se bajó sino que me entregó el dinero de la mesada y me dijo que le trajera a Bonny, la mascota. Yo se lo acerqué por la ventana y él me dio un beso. Es el mejor beso que me han dado en la vida, y me dijo: ‘Muaaa, te amo mamacita’. A él le gustaba decirme mamacita. Yo también le di un beso. Fue una despedida como de película, llena de amor. Fue la última vez que lo vi. Después llegó mi mamá, con Miguel, y me preguntó por qué Jairo se había ido tan pronto, pero en realidad había estado más de dos horas.
“Otro de los propósitos de mi papá era comprar una casa. Había hablado con Juan Miguel y conmigo para que nos fuéramos a vivir juntos, y que mi mamá se fuera a vivir a la misma unidad residencial, para que yo estuviera en permanente contacto con ella. La última llamada que apareció registrada en su celular era a nombre de la señora que le estaba vendiendo el apartamento”.
Gloria Bonilla nos confirma esta versión sobre la compra de una casa en una unidad residencial; igualmente habló con ella para que se fuera a vivir al lado de ellos. Gloria nos dice: “No sé si él sentía el apoyo mío, pero me pidió que fuera a ver la casa y que yo vendiera la mía. Yo lo notaba como entusiasmado, como si se hubiera liberado de algo, estaba con mucho ánimo”.
En su natal Quibdó (Chocó), donde vivió su niñez y juventud. La foto es de 1966, cuando tenía 17 años. De Quibdó pasó a Cali y Bogotá, donde fundó Niche. |
Anita Palacios trabajó 13 años con Jairo Varela como empleada, desde que tenía 19 años. Ella también coincide en que por esos días lo notaba contento, diferente al que siempre había conocido, un Varela hosco, callado; por esos días, mientras almorzaba le hablaba. Anita no lo vio el 7 de agosto porque era festivo. Ella lo vio el 6 de agosto, le preparó su último almuerzo, fríjoles con carne asada, ensalada y tajadas de maduro que le encantaban. Compartió almuerzo con su hijo Juan Miguel, después se despidió y solo lo volví a ver muerto el 8 de agosto. Habitualmente se despertaba sobre las 10 u 11. Anita subía con un jugo o un vaso de agua.
Ese día estaba pendiente de ir a mercar porque no había nada en la nevera. Preocupada porque no se levantaba, llamó a Juan Miguel y le comentó que si tenía dinero en efectivo para mercar, pues Jairo no bajaba. Igualmente se lo comentó a Damaris De Diego, que tenía su habitación abajo, y ella le dijo que esperara y se fue. Anita Palacios volvió a llamar a Damaris y le dijo que ya iba para el apartamento, pero Juan Miguel llegó primero y lo encontró muerto. Dio un grito, y ella subió corriendo y lo vio tirado en el piso, vestido con un suéter y en calzoncillos, al lado del baño, en un charco de sangre, y Bonny, su mascota, al lado.
Cristina se había acostado la noche anterior con la frase de Gloria Bonilla acerca del sobrepeso de su padre, dándole vueltas en la cabeza. Se fue para la Universidad Javeriana, donde estudia ciencia política, recogió a una amiga y de repente recibió una llamada de Anita Palacios, que casi no podía hablar. Le pasó el celular a su amiga porque ella estaba manejando. El mensaje era que a Jairo Varela le había pasado “algo”. Cristina, enseguida, entendió: “Mi papá se murió”.
Regresó a la casa a recoger a su mamá y cuando la miró, encontró el rostro de una mujer conmocionada, que había vivido tantos años con su padre, que lo había conocido pobre, que creó la primera sociedad jurídica del Grupo Niche, que lo había acompañado en su época de fama, en su época de la cárcel, que le había dado una de sus hijas, Cristina Janeth Varela Bonilla.
Al fin, después de toda esa ansiedad, llegaron al apartamento. Se abrió paso en medio de mucha gente; también estaba la Policía. Bonny, manchado de sangre, no dejaba arrimar a nadie. Estaba bravo. Cristina le habló y lo calmó, lo consintió y, por fin, lo cargó. Después pudo abrazar a su padre, le abrió los ojos y se le cerraron. Todavía no estaba frío, le sorprendió que tenía puesto doble juego de calzoncillos, miró a Damaris De Diego y le preguntó, y ella le respondió en presente, como si no estuviese ahí, muerto: “Esa es la moda de él últimamente”.
Cristina hizo fotos desde todos los ángulos. Era una habitación amplia, con una cama de dos por dos metros; al lado estaba el tocador, el baño era muy grande, un jacuzzi y el sanitario. Al parecer, cuando le dio el infarto, se pegó contra el filo del baño y había sangrado. Por esa razón decidieron hacer la necropsia. Esas fotos son resguardadas por Yanila Varela, hermana mayor de Cristina, gerente del Grupo Niche.
Gloria Bonilla cuenta que manejó hasta el apartamento de Jairo porque Cristina estaba muy desesperada. Al primero que encontraron fue a Héctor Buitrago, ‘Sardina’, amigo íntimo de Jairo. Subió hasta la habitación con su hijo pequeño y vio cómo Cristina le hablaba al perro y luego abrazaba a su padre. “Ella se fue al Parque del Perro y yo fui a buscarla porque ella no sabía lo que hacía”.
Con el paso del tiempo, hablando conmigo para esta entrevista, Cristina recuerda que Damaris De Diego estaba vestida de negro, con las manos cruzadas, en jarras. Poco a poco, sintió que no tenía más fuerzas para estar ahí, porque entendía que ese cuerpo en el suelo, de cierta manera, ya no era más Jairo Varela, su padre.
Cristina Varela me mira y me dice, tomando café en una hermosa tarde caleña: “Yo había visto esa imagen dos meses antes. Nunca lo comenté, pero me soñé que corría por un campo de fútbol que conocía y de pronto me encontraba a mi padre tirado en el piso y estaba Damaris con las manos cruzadas, en jarras, y qué sorpresa, vestida de negro como en ese momento de su muerte”.
Cristina Varela recuerda todos los consejos que le decía su padre: “Odiaba que fumara, porque él había fumado mucho. Odiaba el alcohol y todos los peligros que conllevaba. En el final de sus años, de vez en cuando se tomaba una copa de Dubonnet en la noche. Quería que uno fuera lo mejor. Todo el tiempo me hablaba de la disciplina, de lo difícil que era cumplir y conseguir las metas, de los sacrificios para ser músico y trabajar con músicos; por eso llegó hasta donde llegó y siempre será reconocido en el tiempo. Tenía muchas ganas de llevarlo a una heladería que se había puesto de moda a comerse un helado de curuba. Mi padre no era una persona fácil, pero era muy divertido. A él lo hacían feliz cosas pequeñas. Era muy consentido y yo sabía cómo consentirlo”.
Aniversario con cantoras del Pacífico
La familia Varela conmemorará el cuatro aniversario del fallecimiento del maestro Jairo Varela (Quibdó, 9 de diciembre de 1949 – Cali, 8 de agosto de 2012), fundador y director del Grupo Niche, con actos solemnes en su memoria, que tendrán lugar en la plazoleta que lleva su nombre, en Cali, el próximo 8 de agosto a las 10 de la mañana.
Cantoras de la costa Pacífica, lideradas por Nidia Góngora, cantarán alabaos.
Además, se ha preparado una audición con música de melómanos especializados en la
obra del compositor, uno de los más relevantes de la música colombiana de la segunda mitad del siglo veinte.
UMBERTO VALVERDE