En la coyuntura del décimo aniversario de su fallecimiento, un vistazo a su discografía revela su respeto por la Nación, documentado en sus interpretaciones de “Recuerdos de Borinquen” y “A Puerto Rico” (elepé “La Moderna de Siempre”), “Testigo fui” (“Barretto”), “Al ver sus campos” (“Rican-Struction”), “Mi dedicación” (Rhythm Of Life”), “Si me voy para mi islita” (“Aquí se puede”), “Aguadilla”, (“Irresistible”), “Caribeña” (“Handprints”), “Canción de El Yunque” (“Taboo”), “Lamento borincano” (“Portraits In Jazz And Clave”) y “Guajira para Vieques” (“Live 50th Anniversary”), entre otras.
Lo mismo con su Charanga La Moderna, con su banda de salsa o con su conjunto de jazz New World Spirit, Barretto siempre se inspiró en los paisajes de Puerto Rico, en su cultura y la hospitalidad de su gente.
Días después de su fallecimiento, el 17 de febrero de 2006 a los 76 años en Hackensack, Nueva Jersey, su viuda Annette Hernández Rivera, apodada Brandy, cumplió su última voluntad: esparcir sus cenizas en la franja del Atlántico que acaricia La Perla y el Castillo San Felipe del Morro, en el Viejo San Juan.
“Lo hicimos gracias a la ayuda de nuestro amigo Luis Álvarez, de Méndez & Compañía y productor del Puerto Rico Heineken Jazzfest, que le dedicó en vida. En uno de sus helicópteros se sobrevoló el área y se esparcieron sus cenizas, quedando abrazado a Puerto Rico”, recordó Brandy.
En varias ocasiones, durante la entrevista con la Fundación Nacional efectuada en la mañana de ayer en Boardriders en Luquillo, Brandy estalló en llanto al intentar articular cómo recuerda a Ray Barretto en la coyuntura del décimo aniversario de su muerte.
Se conocieron en 1975 en el club de jazz Playboy en Nueva York. Brandy, 29 años menor que Ray, acababa de cumplir 18. Luego coincidieron en El Corso y jamás se separaron, hasta que la muerte se interpuso en su camino.
“Él lo fue todo para mí. Estuvimos juntos 30 años. Me crié con él. Fue mi maestro, mi enamorado, mi padre, amigo, esposo… Fue mi todo. Hasta la fecha me hace falta, pero estoy tan alegre por todos esos años que estuve con él. Aprendí mucho con él. La mujer que soy se lo debo a mi madre y a Ray”, dijo Brandy, mientras secaba sus lágrimas.
Hace tres años, Brandy lo recordó con una misa en la Catedral de San Juan, acompañada por sus amigos mutuos Bobby Valentín y Cheo Feliciano (qepd). Aquella noche, sumida aún en una profunda depresión, Cheo tomó sus manos, las apretó y le dijo: “Nena, ya no llores más. Es suficiente”.
A partir de ese momento, Brandy sintió paz y serenidad. De hecho, recordó que tres meses antes de morir, la pareja conversó de establecerse en Puerto Rico.
Ella cumplió, pero siente que el Rey de las Manos Duras la acompaña espiritualmente. En particular, su hijo Chris, dedicado hoy al rock, es el reflejo más vivo de su padre. Precisamente, fue Chris el encargado de concluir su última grabación “Standards Rican-Ditioned”, que realizó con los boricuas Hilton Ruiz, Papo Vázquez, David Sánchez, Adam Cruz y John Benítez para demostrar al mundo que los músicos puertorriqueños pueden interpretar el jazz con tanta o más pasión que los norteamericanos y europeos.
La fecha del décimo aniversario del deceso de Ray Barretto no ha pasado inadvertida en países como Colombia y Perú, donde Ray era un ídolo. Desde hace una semana le dedican especiales radiales.
Sin embargo, Brandy lamentó que, al presente, ha sido la Fundación Nacional el único medio que ha recordado a Ray en la presente efeméride.
El legado de Ray y su memorabilia son custodiados por Brandy. Detalló que ha confrontado dificultades al cobrar por la música y el uso del nombre de Ray, que se siguen capitalizando a nivel comercial.
“Usan su música pero no quieren pagar. Hay gente en la industria que usa su nombre. He tenido que hablar con abogados, pero no tengo dinero para pagar. Eso se lo hacen a casi todos los músicos que mueren. Bueno, la Fania se vendió, pero yo sigo recibiendo pagos por regalías”.
En la agenda de Brandy hay varios proyectos que reveló con exclusividad para la Fundación Nacional para la Cultura Popular. Uno será la Fundación Ray Barretto, sin fines de lucro para ayudar a los estudiantes de percusión de escasos recursos en Puerto Rico.
También proyecta ordenar su memorabilia (instrumentos, ropa, arreglos, discos, fotos, casetes con música inédita de Tite Curet Alonso, etc.) en un museo o sala de exhibiciones, preferiblemente en Aguadilla, la cuna de sus padres.
Posiblemente, la obra que más esfuerzo le exigirá es un libro sobre las memorias de Ray, que debían comenzar a elaborar en Luquillo, precisamente en febrero de 2006.
“Habíamos alquilado un apartamento aquí para comenzar a escribir su libro. Deseaba escribir aquí en la playa. Pero nunca llegamos”.
Parte de la historia es la felicidad que Ray experimentó al ser investido por el National Endowments For The Arts y la Asociación Internacional de Educación del Jazz como Maestro del Jazz, convirtiéndose en el segundo músico latino en ser honrado con semejante lauro, después del cubano Paquito D’ Rivera.
Pero ya Ray Barretto estaba enfermo. Se pensaba que era asma, pero Brandy reveló que lo aquejaba un padecimiento de obstrucción coronaria.
En el concierto “Toda una vida”, efectuado en 2004 en el Coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón, con Tito Allen, Rubén Blades, Adalberto Santiago, Ray de la Paz y Tito Gómez, ya se observaba bastante cansado. Luego mejoró y al año siguiente presentó “El sueño de Ray” en el Centro de Bellas Artes de Puerto Rico.
“Él estaba enfermo. Pero me dijo que con toda su voluntad y los deseos de su corazón mejoraría. La semana del reconocimiento en el National Endowments él estaba malo. Hacía las entrevistas y después se acostaba. Enfermo asistió a un show de televisión con Chick Corea y Tony Bennett”.
El 13 de enero de 2006, tras la ceremonia en que fue investido como Maestro del Jazz, se dirigía a su casa, localizada en las afueras de Nueva York. Manejaba su chofer y Ray se disponía a dejar a Brandy en su hogar y regresar a la ciudad para concluir la grabación del cedé “Standards Rican-Ditioned”.
Una nevada obstruyó la carretera, a pocos metros de su casa. Ray se molestó. Bajó del auto y caminó por la nieve hasta el vecindario.
“Cuando entramos a la casa, ya le había dado el ataque cardiaco. Lo senté. Llamamos a emergencia. Estuvo hospitalizado. Días después le dieron un medicamento equivocado. Lo volvieron a intervenir y murió”, narró Brandy al añadir que las prioridades de Ray, en estricto orden, eran su hijo Chris, la música y ella.
En el décimo aniversario de la despedida de Ray Barretto, el deseo de la señora sería que las emisoras divulguen su música día y noche. Reconoce que, con la excepción de las nuevas emisoras alternativas por Internet, parece que no será posible en la radio convencional porque otras son sus prioridades y compromisos.
“Espero que los fans de Ray escuchen bien alta su música. Que no lo olviden porque él amó a Puerto Rico y está aquí, en su islita. Que le prendan una velita y escuchen su música, sea salsa o jazz, porque Ray vivió orgulloso de ser boricua”.