Cada día son menos los que, cuando la descubren, logran desprenderse de sus encantos musicales. Cada día son más los que en Cuba desconocen su vida, sus triunfos o su “conversión” de la religión yoruba al cristianismo. Más allá de su vida azarosa, La Lupe se instauró como una de las divas inigualables de la música cubana y, como otras, sufrió por años el ramalazo del olvido.
En Puerto Rico, el país que la acogió como su segunda patria, La Lupe todavía es todo un símbolo y varias generaciones de boricuas, a 79 años de su nacimiento, aún se dejan seducir por el canto de aquella mulata.
La Yiyiyi, como también fue conocida Lupe Victoria Yolí Raymond, nació el 23 de diciembre de 1936 en el barrio santiaguero de San Pedrito. El músico y compositor Rodulfo Vaillant fue uno de los que en Santiago de Cuba vio ir y venir a aquella mulatica “salsosa”.
Tiempo después y establecida en La Habana, Lupe fue poco a poco colándose en el gusto popular entre rechazos y malas miradas. O enfrentando los calificativos de “loca” y “perturbada”. ¿La razón? Su forma de cantar: despojada de todo tipo de prendas, zapatos y acompañando esto de gemidos y golpes. Según Helio Orovio, en declaraciones para el documental Queen of Latin Soul, dirigido por Ela Troyano, al descargar, al parlar, al hablar, La Lupe “era una especie de rapera anticipada (…) La música iba por un lado y ella por otro, pero te dabas cuenta que todo aquello tan incoherente tenía coherencia y en medio de eso estaba el mundo gay. Ella era muy femenina y al mismo tiempo era macho, agresiva, irreverente.
Y el mundo gay es y era muy irreverente. Era estar contra un medio social y eso era La Lupe”.
Rechazada por muchos e idolatrada por otros, algunos afirman que La Lupe se convirtió en la figura femenina más controvertida de la música cubana. Sus excentricidades sobre el escenario fueron y siguen siendo objeto de discusión, censura, elogios y especulaciones por parte de los aficionados a la música.
En el radiodocumental Un demonio irrepetible llamado La Lupe, transmitido en 2010 por Habana Radio, el musicólogo Radamés Giró reflexionaba: “Casi todas las personas que se proponen algo diferente al statu quo, se le califica de irreverente. Ella buscó la manera de proyectarse en un medio que antes de 1959 era bastante hostil. Existían muchas figuras establecidas y ella trató de buscar su espacio, eso es esencial para entender a La Lupe.
“Encontró la manera de hacerse de una personalidad que, a mi juicio, tiene que ver mucho con el medio donde nació y luchó. Eso fue un factor importante. Otro, quizás, alguna frustración amorosa, pero todo eso es secundario con relación a lo que ella significó y significa para la música cubana”.
En Estados Unidos, Lupe se estableció como otra gran diva. Allí llegó el dinero y con él los lujos, mansión, prendas y fama. Primero con Mongo Santamaría y después con el maestro Tito Puente se fue formando La Reina de la Canción Latina. En la nación norteña su manera de comportarse también le ocasionó incomprensiones y rechazos.
Con una voz privilegiada, La Lupe sabía perfectamente transitar desde el bolero hasta la guaracha, con naturalidad abismal. Después de su temprano retiro la intérprete de Fever, dedicó su tiempo al cristianismo y devota a Dios también cantó. Lupe fue olvidada, lamentablemente. Pero como todos los mitos despertó y hoy es, por ejemplo, una de las cantantes más representadas en el teatro cubano.
Recuérdense las obras Las lágrimas no hacen ruido al caer o La Gran Tirana, esta última pieza protagonizada por la actriz María Teresa Pina. A propósito, cuando se estrenaba en Cuba La Gran Tirana, Pina daba su comentario sobre Lupe:
“Todos sabemos que La Lupe fue La Reina del Soul Latino, una intérprete descomunal. No estamos diciendo que no cometió excesos, no estamos quitando las manchas de ella, pero estamos enalteciendo su brillo porque es una cubana y es más nuestra que de nadie”.
El cine, en cambio, reflejó la vida de la legendaria cantante a través de la cinta La Mala, con Lena Burke en el papel principal. Cuba le debe una película a La Lupe, el éxito está garantizado.
Jaime Masó Torres