Fue un gigante del pentagrama.
Una influencia poderosa de la canción protesta.
Un cantante ‘sui generis’.
Un guarachero nato.
Así fue recordado Daniel Santos, en la coyuntura del centenario de su natalicio, por los historiadores Pablo Marcial Ortiz Ramos, Pedro Malavet Vega y Cristóbal Díaz Ayala, autores de decenas de libros sobre la canción popular.
El mito de Daniel Santos, a juicio del historiador Ortiz Ramos, se agiganta precisamente en la efeméride de su centenario, este viernes, 5 de febrero. “La celebración nos obliga a buscar en su biografía y sus canciones para apreciar la aportación que hizo Daniel Santos a la canción popular, a la canción protesta, en particular a la patriótica”, dijo Ortiz Ramos, autor del libro “A Tres Voces y Guitarras: Los Tríos en Puerto Rico”, traducido al japonés y distribuido por esos lares en 2007.
Daniel, según reveló el escritor conocido como Tito Ortiz, siempre se mantuvo firme en la lucha por la independencia de Puerto Rico y sin ambages lo expresaba mediante la canción. “Algo muy valioso de él, mientras otros claudicaban y se escondían o ponían excusas, él se mantuvo firme en su ideal nacionalista. Davilita (Pedro Ortiz Dávila) y Daniel eran dos personas que no se rajaron. En el ámbito de la farándula, los que brillan son Daniel y Davilita. Son puntos de referencia para los muchachos que se levantan en lo que concierne a la afirmación de la Patria”, detalló Tito al destacar que la plena “Viva mi bandera” posiblemente es la canción nacionalista más emblemática del repertorio de El Jefe, como también se le conocía a Daniel, leyenda reconocida con el apelativo del Inquieto Anacobero.
Por su parte, el licenciado Pedro Malavet Vega coincidió con Tito en el sentido de la trascendental contribución del intérprete de “Despedida” al repertorio de corte nacionalista, aunque lamentó que la presente generación aun no lo conoce.
“Todavía no se ha descubierto ni se han dado cuenta de las cosas que hizo como artista, ni de su compromiso con la independencia del País. Ahora es que se están enterando. Poca gente sabe que él compuso la canción ‘La masacre de Ponce’ y encima la grabó. La letra es brava porque dice que vengar la masacre de Ponce es un deber importante para el País. Usa la palabra ‘vengar’. En todas las canciones o expresiones públicas que hizo sobre la independencia era muy radical”.
Malavet Vega no considera, sin embargo, que la poca trascendencia de Daniel Santos hoy obedezca a resabios en torno al nacionalismo de Albizu Campos.
“No es un tema que le interese a la juventud, aparte de que lo desconoce. Además, la canción popular de los tiempos actuales no es la que se dio hasta la última década del Siglo XX. Esta nueva generación de canciones no va a hacer nostalgia porque, ¿quién va a cantar en una noche de bohemia un rap?”
Tito, por su parte, comparó el impacto del fenómeno de Daniel con la leyenda del también desaparecido Cheíto González. “Ellos por sí solos brillan y se prestan para imitaciones. Hubo mucha gente que prestó oído a Daniel Santos. Pienso que lo que se debe resaltar de Daniel a nivel de la música popular es que, al igual que Davilita, fue el que más grabó”.
El colapso de la industria discográfica y la pérdida de importantes catálogos de música popular, que contienen las obras fonográficas de Daniel Santos, tampoco es un factor que justifique el desconocimiento de las recientes generaciones sobre la gesta del legendario artista, opinó Malavet Vega.
“Ese tipo de interpretación musical ya no tiene mercado. Y si no tiene mercado, las empresas no lo hacen porque nadie hace negocio para perder. Los que más conocen de Daniel son los coleccionistas. La gente que se ocupó de guardar esas creaciones, que cada día son menos. Los que fueron de la época de Daniel casi todos se han muerto”.
En su nuevo libro “Sale loco de contento”, Malavet Vega le dedica una semblanza a Daniel. “Es sobre su último acto; su última presentación; que iba a ser en el Teatro La Perla, que no se dio porque se fue del teatro. Eso fue algo que yo vi, cuando llegó y se sentó, que estaba como ido, perdido en el espacio. Después salió de allí y se fue por la Calle Cristina de Ponce. Johnny Goicuría trató de convencerlo para que volviera, pero no. Ya él no estaba en control de sus emociones”, relató el autor de “La vellonera está directa”.
“Tenemos la obligación de hacer que esto perdure; investigando y escribiendo de Daniel artículos de revistas, de periódicos, libros y lo que sea para que no se pierda ese tipo de historia. De ahí la importancia del libro de Josean Ramos”, resaltó Malavet Vega, quien recientemente presentó en El Candil en Ponce la nueva edición de “Vengo a decirle adiós a los muchachos” de Ramos.
Por su parte, el historiador cubano Cristóbal Díaz Ayala, autor de sobre una decena de libros de música popular y un respetado musicólogo e investigador, recordó que la coyuntura del centenario de Daniel es oportuna para recordar su trascendencia con la Sonora Matancera.
“La Sonora estaba acostumbrada a otro tipo de cantante y Daniel tenía un estilo muy singular. El director de la Sonora Matancera, un mal guitarrista y regular cantante, pero extraordinario empresario, se dio cuenta de las posibilidades que tenía Daniel Santos y no demoró mucho en hacer contacto con él; primero para presentaciones juntos y luego grabaciones con la Panart”.
Díaz Ayala se refiere a la década del 40 y afirma que a la pregunta de quién hizo a quién (si Daniel a la Sonora Matancera de Rogelio Martínez o viceversa) la respuesta correcta es que ambos se beneficiaron. El musicólogo lo simplifica con una palabra: simbiosis.
“Eso ayudó muchísimo a ambas partes. Consolidó a Daniel en La Habana, una plaza que no conocía, aunque había tenido la oportunidad de tocar en Nueva York con grupos pequeños. En ese momento, la Sonora solo tenía como cantante a Bienvenido Granda. Lo que es más importante es que la Sonora usó cantantes que pasaron por La Habana y ese será el gran éxito del conjunto. Pero con Daniel hubo una simbiosis. Hubo una gran discusión sobre si Daniel levantó a la Sonora o la Sonora a Daniel. Yo creo que se ayudaron los dos”.
El estilo de Daniel Santos se ajustó sin dificultad alguna a la Sonora Matancera y fue la referencia que el director Rogelio Martínez utilizó para posteriormente reclutar otros cantantes, como la boricua Myrta Silva y la cubana Celia Cruz.
“Como si hubieran estado tocando toda la vida. Bienvenido Granda era un gran cantante, pero no se movía; no era un actor, como lo sabía hacer Daniel Santos. Toma nota de eso Rogelio Martínez y procura que sus próximos cantantes hagan lo mismo. Por eso, cuando llega Myrta Silva, era como un Daniel Santos en el sentido de que sabía moverse en la escena y sabía cantar con un sabor extraordinario”.
El mito de Daniel Santos en el año de su centenario, en momentos en que no se consiguen sus discos y la radio apenas toca su música, es comparable –a juicio de Díaz Ayala- con la leyenda de Carlos Gardel.
“Cuando surge un artista de un impacto tan fuerte queda una imagen que se transmite a otras generaciones. Artistas que no logren eso, pobre de ellos. Pero Gardel lo logró y Daniel Santos también lo ha logrado. Ahora, con los últimos estudios que ha hecho Josean Ramos, con los documentos que ha encontrado, pues resulta que Daniel no era tan violento, sino que representaba un personaje que no era el verdadero Daniel Santos. Ahora, en su centenario, es como un renacer de su figura. En los cien años del nacimiento de Daniel Santos vamos a descubrir un Daniel Santos que no es tanto el carácter que pintaron el Gabo (Gabriel García Márquez) o Luis Rafael Sánchez en su libro ‘La importancia de llamarse Daniel Santos’. Daniel Santos siempre estuvo dando sorpresas y esta es una”.
Fundación Nacional para la Cultura Popular