Sea usted artista o no, un aplauso reconforta, reconoce, estimula y emociona.
El sonido de un aplauso cerrado y entusiasta la mayoría de las veces puede mejorar la calidad de la actuación, de la interpretación o del discurso.
Usted puede ensayar muchas horas intensamente y nunca va ha lograr la calidad óptima hasta que escuche el aplauso.
Cualquier manifestación artística o pública encuentra en ese sonido el complemento del mensaje que quiere llevarse.
Es una especie de validación que da la sensación de “misión cumplida” al comunicador.
Con el tiempo, el aplauso se ha hecho tan imprescindible que inclusive en los funerales despiden a los difuntos con un sentido y cerrado aplauso, aunque el finado no haya pertenecido a la clase artística.
Políticos, artistas, líderes cívicos y personas en general, disfrutan, agradecen y se engrandecen, en el buen sentido de la palabra, al escuchar un aplauso.
La falta de este, por el contrario, denota que el público no recibió el mensaje y que la acción o el acto no emociona.
Para los que hacemos música y tenemos un escenario como taller de trabajo un aplauso es la motivación, el motor y la mejor remuneración que se puede recibir por encima de la económica.
Bien dice el refrán que “el aplauso es la comida del artista” y añado que hay que vivir y sentir en carne propia para entender… el poder del aplauso.
¡Camínalo! Gilberto Santa Rosa