Fue una de las Estrellas de Fania que nunca alardeó de su refulgencia en la constelación de la salsa.
Ismael Quintana sí será recordado por su humildad, puntualidad y caballerosidad, en y fuera del escenario.
Fue una leyenda que nunca estuvo dispuesta a pagar el alto precio de la fama, que pagaron otras celebridades salseras, cuyas historias son harto conocidas.
Ismael optó por la mejor parte. Fue un hombre de familia y, en su tiempo libre, supo ganarse la vida lo mismo desempeñándose como técnico dental que trabajando en un colmado en Denver, Colorado, donde la noche del pasado domingo murió de un infarto, a los 78 años.
Pero, como los artistas son inmortalizados por sus obras, Ismael deja un legado musical trascendental que, a través de un breve vistazo, primero revela su orgullo por sus raíces culturales e identidad boricua.
El discurso social de Eddie Palmieri, indiscutiblemente, lleva su rúbrica, como coautor. Ya a mediados de la décadas del 60, en el disco “Lo que traigo es sabroso” de 1963, arrullado por la nostalgia por la patria amada, Quintana compuso “Bomba del corazón”, capturando el sentimiento por el terruño ausente de una generación de boricuas en los Niuyores.
“Quisiera yo dedicarle
esta bomba que traigo aquí
a mi tierrita querida
bella y hermosa donde nací.
Es la Isla del Encanto
donde por primera vez sentí
orgullo y alegría por eso
vivirá siempre en mí”.
Al anhelo patrio sumó, junto a Palmieri, cuyas raíces también son ponceñas, el clamor social de “Justicia”, una composición cuya letra se le atribuye a Ismael. Tras la pesadilla de Corea y en plena efervescencia bélica en Vietnam, “Justicia” fue un alarido contra la opresión.
“Justicia tendrán, justicia verán
en el mundo los desafortunados.
Con el canto del tambor
del tambor, la justicia yo reclamo.
Justicia tendrán, justicia verán
el mundo y los discriminados.
Recompensados serán
no serán, no serán perjudicados.
Si no hubiera tiranía
todos fuéramos hermanos
dulce paz y armonía
alegría, tú lo veras”…
En plena época de resistencia hippie, con el misticismo del “peace and love” que encontró eco en Woodstock como escenario de expresión y protesta, la invitación de “Vámonos pa’l monte”, como alternativa de escape a la descomposición de la sociedad urbana niuyorquina, hoy repercute como en 1971.
“Vámonos pa’l monte, pa’l monte pa’ guarachar
vámonos pa’l monte, que el monte me gusta más.
Este mundo está travieso y aunque eso me importe a mí
yo no puedo controlarlo, sigo contento y feliz.
Aquí en las grandes ciudades, solo se ve congestión
pero allá en el monte mío
hay espacio y fascinación”.
Un clásico de la salsa, no hay duda, es su composición “Puerto Rico”, del elepé “Sentido” de 1973, que escribió junto a Palmieri. Una letra concisa, pero en sí una metáfora de su admiración por la patria donde sus restos serán sepultados este fin de semana.
“Isla linda y bonita con sus aguas benditas
yo le canto a la Isla de mi encanto.
Isla linda y preciosa sobre todas las cosas
yo mantengo en mi mente tu memoria
Puerto Rico…
Isla de gran riqueza, de cariño y belleza
de palmeras y playas siniguales.
Isla tierna y pura, y de gran hermosura
verdes valles y pueblos hechiceros
Puerto Rico”…
En 1974 Ismael Quintana debutó como solista con la división de Fania, Vaya Records, que propició su incursión a la Fania All Stars, debutando con la interpretación de “Fue en Santiago” del disco “Tribute To Tito Rodríguez”.
El elepé que contiene los éxitos “Mi debilidad” y “La blusita colorá” incluye su composición “Tambó”, un réquiem a la percusión de un sentimiento y riqueza poética sinigual.
“Lalalala lalalala
Tambó tú que borras mis penas
tambó cuando te oigo sonar
todo lo que a mí me perturbe
todito lo malo me haces olvidar.
Tambó nunca me desampares
tambó no dejes de vibrar.
Si cuando yo estoy a tu lado
me siento contento al tu repicar”.
En 1976, Ismael regresó con “Lo que estoy viviendo”, ya en la cima de su popularidad como solista. Esta vez quemó las ondas radiales con su obra “El juez final”, que aborda el tema religioso-cristiano, como hicieron Héctor Lavoe y La Selecta con “El Todopoderoso” y “El Buen Pastor”, respectivamente.
“En la vida uno tiene decepciones
y uno piensa que su mundo va a acabar.
Sin embargo, hay que tener resignación
pues son cosas que uno no puede evitar.
Sube y baja: ese es el juego de la vida
lo sé bien y ahora te lo voy a explicar
mira arriba y tú tendrás consolación
solo Dios a ti te puede consolar.
No te olvides caballero que el Señor es juez final
Si tú no pierdes la fe nunca nada te va a tumbar.
No pierdas tu valor sigue con mucho amor
Él aprieta, pero no ahoga”…
Su gusto por el folclor afroboricua, evidente en la “Bomba del corazón” que en la década del 60 grabó con Palmieri, lo canaliza nuevamente en 1977 al escribir una nueva letra para la plena “Oí una voz”, contenida en el disco “Love, Life & Feelings” que le dirigió Louie Ramírez. Contrario a “El Juez Final”, aquí optó por el humor.
“Oí una voz, oí una voz
oí una voz del cielo que me llamó.
Me dijo: ‘oye Ismael, necesitaba un cantante
ya vacilaste bastante, tú lo tienes que saber’.
De pronto le contesté: ‘mira yo me quedo acá
No quiero irmne pa’ llá,
hay muchas cosas que hacer”…
Posiblemente, el disco más complaciente de su carrera, aparte de la producción “Mucho talento” que grabó con Papo Lucca, es el álbum “Jéssica” que realizó en 1979 junto a Ricardo Marrero & The Group. Su hija Jéssica, entonces una recién nacida, aparece en la carátula en brazos de su feliz padre. Pocos le han cantado a la bendición de la paternidad como Ismael Quintana.
“Por fin llegaste, tanto que yo te anhelaba
rogando que te encontrara mi alegría y felicidad.
No me fallaste… Con la bendición de Dios
mi muñequita ideal, ya llegaste Jessica…
Si cuando te vi, se levantó mi esperanza
y una rosa y su fragancia me llenaron Jéssica.
Observarte a ti es mirar al paraíso
el efecto de un hechizo tú tienes mi Jéssica”.
Esta es solo una síntesis de la aportación de Ismael Quintana al pentagrama salsero mundial. Profundidad, sustancia, sinceridad y sabor.
Ismael Quintana nunca buscó protagonismos. Fue una de las Estrellas de Fania más sencillas que conocí. Pero su herencia será referencia obligada para la presente y futuras generaciones.
El mejor tributo a su memoria, ahora que se acerca la hora de sus exequias, es escuchar su música y recordar al mundo que no ha fallecido cualquier cantante, sino que se integra al concierto de la Fania celeste el ponceño Ismael “Pat” Quintana, El Melancólico.
¡Descanse en paz!
Fundación Nacional para la Cultura Popular