Ofrenda de La Selecta a Borinquen

Casi 45 años después de la incursión de Raphy Leavitt y su Orquesta La Selecta, el pianista y director se esmeró por producir en 2015 su primer disco de estudio en dos décadas y media, con la producción que, tras su súbito fallecimiento en agosto pasado, su familia tituló “¡Hasta siempre!”

Si bien la radio ha cambiado y ya la difusión de música no es necesariamente su prioridad, los que valoramos la contribución de La Selecta al pentagrama de la cultura popular enfrentamos el deber moral de escuchar y promover, en las redes sociales y en la comunicación directa con nuestros amigos, la excelencia de su legado musical.

Sólo alcanzó componer cinco canciones porque, según nos dijo su señora viuda María Barreto, Raphy era sumamente exigente con su trabajo y siempre aspiró a la perfección. Hubo otras en su agenda que, por suerte del destino o voluntad divina, no pudo finalizar.

Pero las cinco que incluye son obligadas en las emisoras por Internet que son una alternativa ya que, hace 30 años, este disco recibiría difusión mañana, tarde y noche.

El cd “¡Hasta siempre!” es, en tiempos de recesión, un excelente regalo, no solo porque conlleva el desembolso de una inversión mínima, sino porque al obsequiarlo en esta Navidad compartiremos un contenido de profunda sensibilidad social y celo cultural.

Como carta de presentación, escuchamos “Cuarentona”, en que Raphy pasa revista a su contribución a la cultura mientras alienta a las masas, en las voces de Sammy Marrero, Carlitos Ramírez y el novel Víctor Ramírez, a trabajar y confiar en su potencial para levantar a la nación boricua.

Es irónico que al aludir a Luisito Maisonet como el “angelito que desde el cielo nos guarda”, a esta hora, tras su súbito fallecimiento, ahora con su llegada a la eternidad sean dos los ángeles.

“Ruiseñor” es una composición en que enlaza la salsa con la décima campesina, como hizo en “Jíbaro soy”, “Lamento jíbaro” y “Somos el son”. Con el virtuosismo de Christian Nieves en el cuatro, “Ruiseñor” es un canto a la reconciliación nacional, cuyas décimas entrañan un mensaje de amor y paz, que evoca precisamente la composición estampada en 1972 en su segundo elepé “Mi barrio”.

Cuán profundo es mi dolor
al ver que el odio y la guerra
han convertido mi tierra
en un valle de terror
“¡Basta ya de tanto horror!”
desde el alma yo les grito
y una y mil veces repito:
¡Ya está bueno de cañonas!
El que a su patria traiciona
profana suelo bendito.

El rico e irresistible son montuno “Mi espina”, con unos compases en danza puertorriqueña, que interpreta magistralmente Carlitos Ramírez, alude a la desintegración del núcleo familiar cuando el varón de la casa descuida a sus seres queridos por vivir irresponsablemente. El daño, en el mensaje implícito, a veces resulta irremediable, pero el arrepentimiento y el perdón ayudan a cicatrizar las heridas del alma.

Al joven Víctor Ramírez lo escuchamos en “Todos tenemos un ángel”, una tierna declaración de amor al ser querido que alude a lo verdaderamente trascendental en una relación: más allá del dinero y la belleza, el cariño, el respeto y la lealtad son fuente de la felicidad auténtica. Todos tenemos un ángel y Raphy nos invita a reflexionar quién es. Víctor, con una interpretación magistral, proyecta como un sonero convincente y una voz atractiva en el género salsero. El arreglo del pianista Isidro Infante, quien echa mano a armonías y frases cromáticas, propicia que esta composición no merezca ser ignorada por la radio.

La quíntupla termina con “Mi nena”, una denuncia contundente, en ritmo de son montuno que tan bien se ajusta al estilo de Sammy, contra la violencia doméstica, en una ingeniosa analogía con la explotación bélica de Vieques. La historia que, se repite tristemente a diario con resultados fatales, enfoca la emancipación de la mujer maltratada, con el respaldo de su padre. Esta sabrosa interpretación culmina con solos de conga, bongó y timbal.

El disco fue redondeado con “Pidiendo más amor”, del elepé “Provócame” que canta Carlitos, el popurrí de éxitos de La Selecta y el tema “Sin un amor se va”, interpretadas por Sammy en el disco “20 años después” de 1992.

Celebremos y recordemos siempre a Raphy Leavitt divulgando como se merece este clásico de la salsa que, aparte de invitar al baile, es una invitación a meter mano para, unidos y solidarios, levantar a Puerto Rico y reencaminarlo por el sendero de la prosperidad y el respeto.

Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

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