Marc Anthony en Altos de Chavón

Marc Anthony quizás pensó que estar en casa era desatender un poco los detalles, quizás por esa presión que se siente cuando se está fuera de ella. Y es muy bueno que se sienta en casa, porque el intérprete que le debe muchos de sus éxitos y hasta un monumento al panameño Omar Alfanno, es uno de los artistas más seguidos y más queridos de la música tropical.

Pero una cosa es la confianza y otra es la confiancita. Y Altos de Chavón estaba más que repleto.

El concierto ofrecido por el boricua del Bronx defraudó a muchos. No sólo por cantar apenas 13 temas, y dejar fuera algunos que nunca debió dejar fuera como La Gozadera, su hit pegado más reciente, sino también porque nunca se entregó a fondo. Y el concierto lo ameritaba, no únicamente por los precios, sino porque era producido por Casa de Campo, una institución turística que le respalda.

Como si nunca hubiesen realizado sound check, la banda, desde que comenzó con Valió la pena (de Estefanno y Pagán), mostró un sonido de lata, donde la ecualización fue deficiente, y dejó los metales en un absurdo silencio toda la noche.

Con Y hubo alguien (de Alfanno), número uno en el Hot latin tracks de 1997, la gente que se había puesto de pie, siguió entregada al artista, esperando lo mismo de aquel.

En Hasta ayer (de Manny Delgado) siguieron faltando los siempre aplaudidos agudos de Marc Anthony, aunque sí hubo un solo de guitarra de su “hermano” dijo él , Mario.

Con Flor pálida, del bien recordado Polo Montañez, más de uno bailó el tema pegadito, diciendo cosas al oído.

En Contra la corriente, otro tema de ese Cervantes de la música tropical que es Omar Alfanno, hubo un larguísimo (7 minutos o más) solo de pailas de Jessie Caraballo, en el que Marc Anthony tomó la batería para marcar mientras descansaba la voz… que verdaderamente no se había empleado a fondo.                                                                                       

Realmente la banda, que dirige el productor, arreglista y pianista dominicano Ricky González, se entregó casi con entusiasmo revolucionario. Destacable la labor de la corista Alexandra Taveras, nacida en el Bronx e hija de dominicanos. Ella lo fue también en la New York Band, donde Cherito era voz líder.

Abrázame muy fuerte, de Juan Gabriel (balada) abrió un medley que incluyó A quien quiero mentirle (de Julio C. Reyes), y cerró con Y cómo es él, de José Luis Perales (la trompeta no se escuchaba). Tres temas del disco Íconos, primero de estudio del intérprete boricua. La gente aplaudía, de pie.

Una mariposa se le colgó del saco y eso fue tiempo perdido también. Y la gente quería verlo cantando, entregado, como antes.

Entre una y otra canción había un intervalo un poco más largo de lo usual. “Esta canción me cambió la vida”, dijo, y cantó “Hasta que te conocí”, la balada del mexicano Juan Gabriel.

El tema que popularizara con La India Vivir lo nuestro (CD Dicen que soy, 1994), es uno de los que exigen del astro blasonar su registro agudo. En la parte del coro donde él subía no lo hizo, y sólo el coro cantó.

Otra de Omar Alfanno, Yo que te conozco bien, fue, para sorpresa, la penúltima, antes del falso final. Lo que ocurrió en Mi gente, el tema que grabó para la película El Cantante.

De regreso hizo Tu amor me hace bien (un niño subió a tarima y bailó con él) al final, el también actor de cine besó el piso. El público lo ovacionó. ¿Una más?, preguntó.

Y llegó el final cierto de la noche de la decepción con Vivir la vida. Salieron nueve adolescentes: “mis niños, mis hijos”, dijo. Los adolescentes son del orfanato que mantiene su fundación Maestro Cares en La Romana.

Marc Anthony se despidió entre lágrimas.

Muchos de los asistentes lamentaron la brevedad del tiempo que utilizó en cantar y la ausencia de su habitual entrega.

Hay quien se pregunta si sólo estaba cansado o han mermado sus facultades. ¿Será por eso que ahora arma un catálogo de artistas que abrió con Gente de Zona?

No fue su mejor noche, ¡pero sigue siendo el Rey!

Alfonso Quiñones

 

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