Rubén Blades: “La actuación me hace mejor persona”

 

 

“Un hombre que quiere ser cantante, actor, presidente de Panamá  y salvador de Latinoamérica tiene que estar muy confundido”, sentenció socarronamente el cubano León Ichaso, tiempo después de dirigir a Rubén Blades en Crossover Dreams (1985), una comedia de bajo presupuesto que significó su segunda aparición en la pantalla grande y uno de sus contados protagónicos al interpretar –vaya sorpresa– a un cantante llamado Rudy Veloz.

En 1985, Blades ya había impregnado a la salsa de sustancia, revolución, y conciencia. Sus múltiples oficios (abogado, mensajero, y utilero) quedaron de lado: por justicia de oído era conocido, con honores, como el poeta de la salsa.

Dos años atrás, el ojo marketero de Jerry Masucci, presidente de la Fania, vio en sus dotes intelectuales, tan distintos a la sabiduría de esquina de los demás, un salvavidas para reflotar la alicaída disquera.

The last fight, quinto disco del binomio Blades-Willie Colón, saltó al cine bajo el mismo título. No fue un musical como los otros. Pero el guion, discreto y predecible como un soneo de Jerry Rivera, los llevó al fracaso.

 

Para Masucci representó el inicio del ocaso; para Blades, quien encarnó a un boxeador, el hallazgo de uno de sus tantos talentos. Algo nos queda claro, treinta y tres años después, con 46 títulos en el bolso, entre películas y series: tan confundido no estaba.

Durán, el amigo

“Llenó de humanidad a un hombre muy complejo al que acabas amándolo con sus virtudes y defectos”. Así valoró el venezolano Jonathan Jakubowicz el desempeño de su dirigido Rubén Blades en Hands of Stone (2016), biopic del panameño Roberto ‘Mano de Piedra’ Durán, tetracampeón mundial de boxeo, y considerado por el mexicano Julio César Chávez, como el mejor fajador latino de la historia.

Blades tuvo la tarea de meterse en el alma de Carlos Eleta, magnate de la televisión panameña, compositor, criador de caballos, mánager de Durán en su época dorada y padre sustituto hasta que la fama se lo arrebató.

Como se sabe, Blades no aceptó el papel a la primera. Temía que, por su amistad con Durán, se tomara su actuación como una falta de respeto. Robert De Niro, quien interpretó al entrenador Ray Arcel, lo convenció de que se uniera al reparto y, con ello, aportó una cuota al patriotismo de ese paraíso caribeño entre dos océanos.

Es la primera vez que Blades actúa de panameño y la primera película que graba en Panamá. Y encima, rindiéndole homenaje a otro héroe nacional como él.

¿Cómo se conocieron? Que lo diga él, del otro lado del teléfono, en algún lugar desconocido, mientras escribe manifiestos por la paz de Colombia, avanza su autobiografía, edita su primer poemario, despide a la salsa y le hace guiños a sus aspiraciones políticas.

—Yo vivía en un barrio (se derrumba el mito de calle Segunda Carrasquilla) donde no había muchachas ni fiestas. Se rumoreaba que había un par. Eran como cometas. Así que cuando me invitaban a una fiesta trataba de ir por todos los medios. Un amigo llamado Claudio Fernández me invitó a una en Bellavista. Cuando llegué me presentó a un muchachito de 15 años (Rubén le lleva tres) e inmediatamente me dijo: Este es el próximo campeón de Panamá.

—¿Y cómo les fue esa noche con las cometas de Bellavista?

—Lo más probable es que muy mal. Aún no sabíamos nada de la vida (risas).

—¿Es cierto que Durán siempre te saluda con un golpe en el hombro?

—Cuando lo veo siempre le digo: No me vayas a pegar. Para él es como un apretón de manos. No se da cuenta que tiene unos ladrillos allí.

Blades estuvo con Durán, el 20 de junio de 1980, en Crossinger, Nueva York, cuando trituró al entonces imbatible de los ligeros Sugar Ray Leonard. La revancha, cinco meses después, la vio en un teatro.

—No me daba buena espina. Fue un desastre para mí.

Los desarreglos le pasaron factura al pugilista que abandonó en el séptimo asalto, con el memorable y fatídico: ‘No más’. El más pegador también podía ser un cobarde. Cruda verdad que la película recoge.

Hasta el momento con resultados dispares: mientras en Panamá batió récords de taquilla (la película más vista en su estreno en formato 2D con 14 mil espectadores), en Estados Unidos ocupó el puesto 16 en cuanto a recaudaciones con 1.7 millones de dólares.

Los ‘gringos’ se resisten a ser noqueados por una historia latina. No han cedido ni siquiera por la incursión del rapero Usher (Sugar Ray Leonard) que compuso e interpretó junto a Blades el sencillo ‘Champions’.

En el Perú, la fecha está pactada: 27 de octubre, cinco días después de que el Estadio Nacional erupcione con su último concierto de salsa, junto a Eddie Palmieri, Alejandro Sanz y Jorge Drexler.

Mejor persona

A finales de enero, Blades se fajó verbalmente con Will Smith, debido a su queja ante la ausencia de negros en los premios Óscar.

—¿Dónde está el enfado? Los latinos somos de lejos el sector más abandonado y discriminado de la industria del cine y la televisión estadounidense.

Los primeros papeles que le ofrecieron a Blades, en sus inicios, variaban tan solo de nacionalidad: o vendedor de cocaína colombiano o vendedor de cocaína cubano.

La actuación, como la política, ha sido para él otra trinchera para disolver fronteras, y abrir trocha para los habitantes de esta parte de América. Sea desde una pantalla, sea desde un escritorio, como cuando fue Ministro de Turismo panameño (2004-2009).

En este camino hollywoodense, Blades ha sido corredor de apuestas (Mo Better Blues), agente del FBI (Once Upon a Time in Mexico), sheriff (El secreto del milagro), y hasta cazador de alienígenas (Depredador 2).

Se ha hecho un espacio de a pocos, con roles secundarios, pero codeándose con figuras como Bruce Willis, Richard Gere y Denzel Washington (se sabe El cantante en español).

Una carrera pareja que ha encontrado su pico en la televisión por cable, hace un par de años, con Fear The Walking Dead, donde Blades personifica a un corajudo inmigrante salvadoreño que muere –al parecer– sin dejar rastro.

Hecho que legitima un mito de mal gusto, extendido por sus enemigos políticos, y que Blades se ha encargado de desmentir cada vez que ha podido: actúa tan mal que los directores siempre lo matan.

Más allá de sus desapariciones en Color of Night (1994), Predador (1990) y Safe House (2012), la naturalidad con la que afronta sus personajes es destacada. Ya le tocará alguna vez, como mandan sus deseos, encarnar a Edgar Allan Poe, el padre de la novela policíaca.

—Lo que tenías que hacer y decir en la salsa, ya está hecho y dicho. ¿En la actuación?

—Es distinto, porque formo parte del proyecto de otro. Hasta ahora ha sido así. Queda mucho por decir.

—Has definido a la música como un estado espiritual perfecto. ¿Qué dirías de la actuación?

—Actuar me permite entenderme y entender a los demás. Uno se involucra en situaciones atípicas que hacen que uno comprenda a la gente y, en ese proceso, uno se convierte en mejor persona.

Suena la campana. La mánager interrumpe la llamada.Se despedirá de la salsa, pero seguirá trabajando en su eternidad. Las buenas historias, contadas y cantadas, no conocen fecha de expiración.

Renzo Gómez

 

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