La salsa de Los Rayos Gamma

Tras una larga enfermedad se despide un obrero del arte popular puertorriqueño, Horacio Olivo.

El querido “Tato” se destacó como técnico de radio, locutor, actor y cantante.

Sus hermanos (artistas también) se criaron junto a mis padres en el “Caserío Las Casas” de Santurce, por eso tuve la oportunidad de conocerlo siendo yo un niño.

Gracias a la amistad que desarrollé con su hijo, conocido cariñosamente como “Cuqui”, compartí bastante con él mientras Cuqui y yo participábamos de los niños escuchas (Tropa 317 de Country Club) y de las pequeñas ligas (Liga Ángel Ramos también de Country Club).

Para la época, “Tato” se destacaba en la televisión puertorriqueña  como actor dramático e integrante del elenco del recordado programa de comedia Esto no tiene nombre, producido por uno de los padres de la televisión, don Tommy Muñiz.

En el arte, polifacético. En lo personal, un clásico “tipo chévere” que gozó del afecto y respeto de sus compañeros de todas las generaciones que lo conocieron y que pudieron compartir un escenario, una escena o al menos un saludo.

Sin lugar a dudas su participación en el grupo de sátira política Los Rayos Gamma fue la que le valió a Tato su más alto reconocimiento.

En el grupo, del cual fue fundador, se destacaba por su ritmo, musicalidad y simpatía.

Capaz de hacerte reír con tan solo un gesto y desempeñándose con maestría en las versiones musicales que requerían mayor reto vocal.                                                                                                                                                                                                                                  

Sin que se me ofendan Jacobo, Silverio y Sunshine, era sin duda la mejor voz de los “Gamma”.

Su voz atenorada, agradable y emblemática tanto para la música como para la actuación y la locución, proyectaba una mezcla de credibilidad, confianza y familiaridad.

En adición poseía un sentido rítmico que bien recordaba sus raíces santurcinas allá en “Las Casas”.

Mientras cantaba, bailaba y se contorneaba, contagiaba a los espectadores con su alegría, energía y sabor, en muchas ocasiones tocando el bongo de pie, convirtiéndose así en el enlace del resto del elenco con los ritmos tropicales.

No era casualidad que fuera “Tato” el encargado de velar que el maestro Jacobo Morales entrara a tiempo y con el ritmo correcto cuando la parodia lo requería, lo que se convertía en otro momento simpático y brillante dentro la presentación.

Su personalidad bullanguera, alegre y enérgica en el escenario contrastaba con su personalidad fuera del mismo.

Tranquilo afable y a veces hasta tímido.

En lo personal agradezco a este periódico que haya dedicado la primera plana de su edición impresa, reconociendo de esta manera el respeto hacia Horacio, así como a muchos obreros del arte que han ido partiendo, y que debemos conocer y recordar.

Para su familia y amigos, mi más sentido pésame.

Descanse en paz el amigo Horacio “Tato” Olivo, artista polifacético, gran compañero y sin duda… la salsa de los Rayos Gamma.

¡Camínalo!  Gilberto Santa Rosa

 

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